Vox Populi │ Columna
Por Aurelia Fierros
HERMOSILLO, Sonora.- La prolongada recesión económica estadounidense --agravada por la turbulencia financiera de los mercados internacionales- ha tenido efectos visiblemente negativos acá en México. Aunque no de mayor gravedad que los provocados por la incesante violencia que, al igual que la pobreza, afecta a millones. De la frontera sur a la frontera norte.
Compleja mezcla de componentes del panorama interno al momento que los Estados Unidos estrena embajador en México, que se da a conocer la existencia de dos bases secretas de inteligencia estadounidense en territorio nacional, y se preparan campañas electorales presidenciales en ambos lados de la frontera: una sucesión de posible alternancia en Los Pinos y una pretendida reelección a la Casa Blanca.
El escenario para México (y sus 52 millones de pobres) se recrudece aun más debido a la coyuntura que le sitúa entre su enorme dependencia comercial y la pleitesía política que –se admita o no- le rinde a los Estados Unidos.
En este contexto, el recién designado embajador en México Earl Anthony Wayne (diplomático de carrera cuya trayectoria incluye su servicio como segundo en el mando de la embajada de EE.UU. en Kabul, Afganistán; y experiencia en dos temas que se presumen de utilidad para México: desarrollo económico y combate al terrorismo), debería mas allá de la simulación, contribuir a la redefinición de las prioridades de la agenda bilateral.
El panorama es además tenso porque el Tío Sam ha concluido que el apoyo monetario de la Iniciativa Mérida y otros recursos otorgados para la lucha antinarcóticos, no han arrojado los resultados esperados. Ahora cambia su estrategia, en condescendencia del gobierno mexicano.
Según publicó recientemente The New York Times, “…el esfuerzo multimillonario (de EE.UU.) que hasta el momento ha dado muy pocos resultados”, es la causa de que agentes de la CIA, DEA y militares retirados del Pentágono (entre otros), estén operando activamente en suelo mexicano.
Aun más, el Times reveló la existencia de una base secreta al “norte del país” desde donde los agentes estadounidenses presuntamente recaban y reciben información de las agencias mexicanas, a la vez que participan en la planeación operativa y hacen esfuerzos “para evadir las leyes mexicanas que prohíben a fuerzas militares y policiales extranjeras, operar en su suelo; y para prevenir que alta tecnología de vigilancia caiga bajo el control de agencias de seguridad mexicanas con una larga historia de corrupción”.
El diario La Jornada informó que funcionarios mexicanos de alto rango están desarrollando funciones de informantes al servicio de agencias de los Estados Unidos. Señalan directamente a la procuradora general de la República, Marisela Morales, y al titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Genaro García Luna.
Este periódico cita además, la existencia de otro “centro de inteligencia estadunidense” localizado en Paseo de la Reforma 225 (del Distrito Federal) y afirma que las prácticas de espionaje en territorio mexicano son resultado de un pacto entre los lideres de los dos países.
“Felipe Calderón y Barack Obama pactaron el complejo entramado técnico e institucional para el espionaje desde hace más de 18 meses”, dice el matutino en su edición del 11 de agosto.
El periodista Rafael Cardona se refirió al tema en La Crónica de Hoy, así:
“Pero en lugar de enrollarnos en la bandera nacional, deberíamos agradecer al gobierno mexicano habernos llevado a una condición de dependencia e injerencia, propia de países en franca ocupación militar como Irak y Afganistán, según ha referido el mismo NYT, casualmente pocos días después de la visita de respaldo a la guerra del señor Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, quien dijo ante los integrantes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales que las bases militares de EU en su país como parte del Plan Colombia son un mito.
Y quizá Santos dijo la verdad: no hay bases militares en Colombia ni en México, hay bases nacionales donde se alojan los agentes militares estadunidenses. Es más barato y menos visible”.
Y quizá Santos dijo la verdad: no hay bases militares en Colombia ni en México, hay bases nacionales donde se alojan los agentes militares estadunidenses. Es más barato y menos visible”.
Luego continúa Cardona, escribiendo: “El edificio (ubicado en la calle Reforma del D.F.) aloja el cuartel general de los agentes del Pentágono, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Buró Federal de Investigación (FBI); los representantes del Departamentos de Justicia; de la Seguridad Interior y del Tesoro y hasta los de la ATF (Armas, Tabaco y Alcohol) cuya más significativa aportación a las buenas relaciones gabacho-mexicanas fue la bonita operación “Fast and Furios” por la cual el gobierno mexicano no fue capaz siquiera de expedir una protesta formal”.
Si bien México es la “Zona Cero” de la lucha antinarcóticos –con todo lo que ello implica-, la Vox Populi ya reconoce que la guerra contra el narco no es solo de México, sino de los Estados Unidos y para los Estados Unidos. Por eso, se ejecuta bajo sus estrategias y en sus propios tiempos.
Pero los tiempos políticos no son los tiempos ciudadanos. Mientras Calderón se ocupa de disimular la pauperización de los mexicanos con una retórica optimista, de negar el sobrevuelo de aviones no tripulados del lado mexicano, de levantar sus últimos muertos y de hacer las maletas; Obama hace lo suyo frente a sus propios pobres -que suman unos 43.6 millones (uno de cada siete habitantes ó el 14.3 por ciento), se dedica a minimizar los problemas que comparte con México, a observar desde el púlpito su abatida economía y a remendar su endeble imagen de liderazgo en preparación a su intento de reelegirse.
Pero los tiempos políticos no son los tiempos ciudadanos. Mientras Calderón se ocupa de disimular la pauperización de los mexicanos con una retórica optimista, de negar el sobrevuelo de aviones no tripulados del lado mexicano, de levantar sus últimos muertos y de hacer las maletas; Obama hace lo suyo frente a sus propios pobres -que suman unos 43.6 millones (uno de cada siete habitantes ó el 14.3 por ciento), se dedica a minimizar los problemas que comparte con México, a observar desde el púlpito su abatida economía y a remendar su endeble imagen de liderazgo en preparación a su intento de reelegirse.
Así pues, Washington no contempla ni intentará cortar el suministro de drogas destinado a su mercado nacional (que en la mas reciente cifra conservadoramente supera los veinte millones de consumidores), porque al igual que Calderón, no tiene una verdadera estrategia para hacerlo: por más tecnología, recursos e inteligencia que posea. Simplemente, no está en su prioridad o interés.
En esta relación bilateral, tanto la sociedad comercial como la presunta alianza para la lucha contra el narcotráfico, son asuntos de mercado. De oferta y demanda. A la venta seguirán drogas, armas y seres humanos.
México está flagrantemente sometido a los Estados Unidos. A sus términos y a sus tiempos.
No comments:
Post a Comment