Monday, January 31, 2011

Zedillo. Y volver, volver, volver


Vox Populi │ Columna
  Por Aurelia Fierros

Ernesto Zedillo fue el último priista de una dinastía que en línea ininterrumpida sustentó el trono presidencial mexicano por 70 años.  Tristemente, en su caso, la herencia le vino vía candidatura emergente luego del magnicidio de Luis Donaldo Colosio en 1994, quien a su vez había roto públicamente con Carlos Salinas de Gortari a través de su ya icónico discurso del 6 de marzo de ese año, en el Monumento a la Revolución.  

Su sexenio estuvo plagado por la inestabilidad derivada de otros asesinatos políticos, el fortalecimiento de la insurrección armada y por una de las peores crisis económicas del país -de la que Salinas le culpó a él, con aquél amargamente célebre “error de diciembre”.  Por años, se mantuvo alejado de los reflectores políticos y de las controversias nacionales.

Economista de carrera –no político- pero ambicioso como todos los que han probado las mieles del poder centralizado del federalismo mexicano, Ernesto Zedillo provoca resonancia en el ámbito nacional –desde Davos- al ofrecer soluciones a un problema que creció bajo sus narices y frente al cual nunca movió un dedo: el narcotráfico.

Hoy, observando desde afuera, hace una aparición estoica –que no heroica- opinando con la gracia de la tecnocracia que nada le dio y mucho le arrebató al país.   

Desde Ginebra, junto con los ex presidentes César Gaviria (Colombia) y Fernando Henrique Cardoso (Brasil), presentó un documento de trabajo en el que se señala el fracaso de la lucha antidrogas en Latinoamérica y se insiste en su legalización.  Las observaciones y nueva estrategia basada en prevención y educación, fueron tomadas con ecuanimidad por Felipe Calderón, quien interceptado por la prensa se limitó a decir --palabras más, palabras menos- que dicha propuesta no aporta nada nuevo.  Aún más, Calderón respondió que no considera que el documento encierre una crítica directa a su estrategia en México.

Pero, si irrumpir de tal manera en el debate sobre el tema del narcotráfico le queda a Zedillo fuera de lugar, ni qué decir del asunto de la sucesión presidencial.  La sorprendente y aventurada predicción  política del ex presidente, con la mirilla en las elecciones del 2012, no fue bien recibida ni por la clase política ni por la opinión pública nacional.

El “¡vamos a ganar!” expresado al salir de un encuentro del Foro Económico en Davos, no es una frase para la cual tenga calidad de ninguna índole, en pronunciar.  Primero, porque en su momento él mismo se distanció del PRI y segundo porque la percepción es que le queda muy ‘cómodo’ asumir el triunfalismo desde el autoexilio académico en que se encuentra, sin ningún trabajo o aportación partidista real: ni previo, ni posterior a su sexenio.  Así queda también asentado por las reacciones de los líderes de los partidos nacionales que respondieron  “ipso facto” a sus desafortunadas declaraciones.

Gustavo Madero, presidente nacional del PAN, dijo que “Zedillo está desactualizado” y le recomendó consultar otras fuentes antes de augurar el regreso del PRI a Los Pinos; mientras  Jesús Ortega, líder nacional del PRD, calificó de “lógico” que Zedillo pronostique un triunfo del PRI en público, pero que en privado –dijo- sabe que el PRI no tiene ninguna posibilidad.

Empero, si Enrique Peña Nieto –o en su defecto algún otro priista- de verdad lograra ocupar Los Pinos en 2012, siempre será una tentación para el Dr. Zedillo regresar al país con algún puesto de alto nivel (no necesariamente en el gabinete) y así reivindicar su imagen luego de liderar un  sexenio completamente gris para México.  

Por otro lado, mientras la nueva alternancia que Zedillo sugiere representa para muchos un retroceso, la parte más desalentadora  es que en efecto, no hay mucho de donde escoger y que, partidos a un lado, es bien sabido que quienes ostentaban el poder antes de la ‘La decena trágica’ (1995-2006), son los mismos que siguen jalando los hilos que rigen los destinos del país.

Por ello, precisamente, ahora el Dr. Zedillo suaviza el tono para ‘limar asperezas’ y abrir sus posibilidades para volver, volver, volver.

Al buen entendedor, pocas palabras.



Monday, January 24, 2011

¿Uno, o dos términos?


Vox Populi │ Columna
  Por Aurelia Fierros 

 
El 2011 comenzó en Estados Unidos con un panorama intranquilo y una economía que pese a los esfuerzos continúa padeciendo los embates del desempleo y la carencia de liquidez.  Este es un año que se perfila con innumerables retos.  De muchas de las decisiones y acciones de alto impacto que se tomen ahora, dependerá el rumbo y -muy posiblemente el destino- de la década que apenas comienza: en lo político, en lo económico y en lo social.

Y como el tiempo no ha sido suficiente para solventar muchas de las complejas prioridades nacionales, el Presidente Barack Obama arriba a la mitad de su mandato con incontables  reclamos y anunciando el compromiso -como lo hizo desde hace dos años, de reactivar la economía y crear mayores oportunidades de empleo.

Utilizando un leguaje coloquial en Schenectady, Nueva York, dijo que su trabajo es “poner nuestra economía en ‘turbo’”.  

Con esta aparición estratégica frente a decenas de obreros, Obama arranca extraoficialmente su precampaña de reelección hacia el 2012, en el lugar donde esta gran nación vio nacer la primer planta de General Electric Co.  Ya el vocero de la Casa Blanca Robert Gibbs confirmó que se aceleran los preparativos para presentar su candidatura ante la Comisión Electoral.  

Mientras tanto, una nueva encuesta de AP-GfK muestra que el índice de aprobación respecto a la manera que Obama está liderando la nación es de 53 por ciento, contra un 46. Un 50 por ciento dijo que el presidente debe ser reelegido mientras un 45 lo quiere fuera de la Oficina Oval y 5 por ciento dijo no saber. Aunque, un 53 por ciento de los 1,001 entrevistados desaprueba la manera en que el presidente está manejando la economía, contra un 47 por ciento que lo aprueba. La encuesta presenta un margen de error de +/- 4.2 por ciento.  

Con  todo y todo y aunque los datos arrojados por los sondeos son variables transitorias, esta es la primera vez en poco más de un año que los niveles de aprobación se muestran con tal solidez,   pese al marcado desgaste de la imagen presidencial que se deriva de la turbulencia política y la catástrofe económica. 

Muchos factores pueden haber influenciado el viraje de la opinión pública a su favor. Entre ellos, logros como la negociación sobre el paquete de extensión de desgravaciones fiscales; el acercamiento del ejecutivo hacia la iniciativa privada; o tal vez que simplemente el pueblo estadounidense es en esencia noble y compasivo, y recibió positivamente el reciente llamado a la civilidad hecho durante su memorable discurso dedicado a los 14 heridos y las seis víctimas mortales del tiroteo del 8 de enero en Tucson.

Pero, aún con ‘el viento –ligeramente- a su favor’, reelegirse le costará a Obama mucho más que algunas indulgencias políticas y un emotivo discurso.  Sus adversarios no están dispuestos a permitirlo.  Como muestra y como lo habían prometido, los republicanos aprobaron una medida para revocar la reforma de salud en la Cámara de Representantes, pieza legislativa que se ha  convertido el estandarte demócrata y cuya derogación completa sería un golpe demoledor para la agenda de su administración, y para él en lo particular.

Ciertamente se ve cercano a lo imposible que los republicanos logren avanzar en ese objetivo en el Senado y aunque  así fuera, enfrentarían un inminente veto presidencial.  No obstante, con esta acción legislativa meramente ‘simbólica’, se ha mandado la señal de que están decididos y han puesto en marcha su estrategia conservadora de "derogar y sustituir".  

Para los líderes republicanos de la Cámara de Representantes la siguiente fase incluirá la minuciosa revisión de la legislación mientras que simultáneamente intentarán desmantelarla, segmento a segmento, provisión por  provisión.  Para los demócratas, la ocasión representa la oportunidad de defender la reforma que como se ha mencionado, es considerada como su legado, y cuya salvaguarda cobra particular importancia tras la embestida sufrida en las urnas en noviembre, y ante los objetivos trazados hacia el 2012.   La presión es fuerte.  

Una y otra vez, Obama ha intentado persuadir al electorado independiente de que en los asuntos del país, es capaz de actuar como un verdadero conciliador entre demócratas y republicanos en Washington.  Sabe que el grueso de la población es susceptible ante la imagen de un gobernante apto para resolver problemas con el consenso bipartidista.  Pero, que Obama pueda sostener el ‘momentum’ y los niveles de apoyo que ha logrado extendiéndolos hasta el martes 6 de noviembre de 2012, es otra historia. 

Más allá de la conciliación de pugnas ideológicas o filosóficas al seno del Congreso, una victoria en las urnas en gran medida dependerá de la recuperación y comportamiento de la economía, y ese es precisamente el rubro donde la opinión del electorado hasta ahora mantiene al presidente en números por debajo del mínimo aceptable para ganar la reelección.  

Al final, en el momento decisivo, el electorado reacciona ante las iniciativas que impactan sus intereses y claro, entre ellas están los que afectan su bolsillo: y saben bien como cobrarse en las urnas.  Para efectos prácticos, a todo ello obedecerá que Obama pase a la historia como un presidente de uno, o de dos términos.




Monday, January 10, 2011

Insane, to blame Giffords attack on political debate

The Aurelia Fierros' Report │ Column 
Insane, to blame Giffords attack on political debate

Vigorous political debate and strong ideological postures have nothing to do with the meticulous plan of a delusional nut to kill an elected official.

Desires of supernatural powers can cause someone to become ‘a hero on their own mind’ and end up authoring a conspiracy; but heated political debate doesn't.  Labeling strong opinions across the political spectrum and blaming them for the insane attack on Congresswoman Gabrielle Giffords is insane. 

Oklahoma City, Ft. Hood, the shoe bomber, the Detroit airplane bomber, the Times Square bomber and, yes, the 9-11 attacks; were all acts of political terror, originated in a range of  resentment against U.S. federal tactics and/or motivated by religious extremism. In Goffords case –a self described centrist Democrat-, we shouldn’t confuse political terrorism with the lunacy of a derailed drug-abuser. 

In connection with this matter, the clear and in some cases cynical attempts to demonize both the right and the left are vile and even irresponsible, especially if we take into consideration that engaging in policy discussion is supposed to be one of the great privileges of a democratic system.  All attempts of linking this disturbed killer to any political movement are ludicrous and the preamble to hamper free speech.

Yes, what happened in Arizona last weekend is a tragedy on a number of fronts. Six killed and 14 others wounded.  The suspect, identified as 22-year-old Jared Loughner, who is now being held by the FBI, has a troubled past: he is a High School dropout, was kicked out of a community college and told he could not come back without a mental evaluation. He is also a rejected Army recruit and has a criminal record related to drug paraphernalia.

 
Caitie Parker, a woman who went to high school and knew
Loughner during college, confirmed that his politics were
left wing.
Without a doubt, the political rhetoric in the United States has increased across the board; inflammatory remarks have transcended discrete and confidential circles to form part of the public discourse. But in the current context of events, Republicans, Democrats, liberals, conservatives, Tea Party activists have all condemned this coward attack perpetrated in Arizona.

It is also important not to forget that this was the case of an individual obsessed with mind control, currency transformation and the U.S. Constitution, within other topics and that his position on these matters is so bizarre and his postings so incoherent that they could be equally attributed to either the right or the left -or partially to both philosophies.  His favorite books are The Communist Manifesto and Mein Kampf. 

But again, blaming Loughner’s actions on political discourse radicalization is as misleading as   irresponsible.  He shows severe signs of mental instability attributed at this point to paranoia and schizophrenia.   And as far as we know, he's not tied to a political movement, and this wasn't a politically motivated act. 

Nevertheless, within the entire political spectrum, it is a fact that there are extremists, both on the left and the right and it is always wise to call for a reduction in the heated rhetoric, for the sake of our political system in itself.

Regardless the motivations of Loughner, violence of this nature should be condemned by everyone, and not used for political gain. In the aftermath of all of this, three things are clear:
         -First, existing gun laws that place barriers for those who are mentally unstable to gun ownership, must be strictly enforced.
         -Second, all legislation currently scheduled to be considered by the House of Representatives next week has been postponed but should resume as soon as possible so legislators can take the necessary actions to move forward in the wake of the tragedy and in absence of Congresswoman Giffords, and to ensure that Americans get back to work, tackling our deficit and our debt.
         -Third, since our government relies on the idea that constituents can interact with their elected leaders, any restrictions for the sake of their ‘security’ will deter the right of the people’s voices being heard and would build walls in an open society where public officials –still- can assemble freely with the public. 

Imminently, the wave of efforts to blame this attack on the nature of the national discourse, the political atmosphere in Arizona, will continue. But again, let’s please remember that there is more than one individual out there who is missing the right circuits in their brain, and that attributing any violent and brutal actions to any coherent political philosophy is a draw-out.